No me voy a prodigar demasiado sobre ayer. No se lo merece. Salimos
del camping de Tesalonica, despedimos a Nico, y enfilamos seis cientos
cincuenta kilómetros hasta Estambul. Por destacar algo, a lo mejor, el tramite
de la frontera Greco-Turca, en nuestro caso, sin problemas. La entrada a la
ciudad, teniendo en cuenta que viven quince millones de personas tampoco fue
complicada, mucha precaución, cabeza alta y vista al frente. Ellos esquivan
mejor que nosotros.
Después de instalarnos en el Best Island Hostel nos dio
tiempo para ver de noche Santa Sofía y la Mezquita Azul, un lugar difícil de
describir por lo que pasó, vivió, aun pasa y aun se vive. Si algo hay aquí es
vida. Más tarde, una cena típica y unas cervezas en un pub clandestino
escondido en un callejón, con sorpresa, el cantante del grupo que está tocando,
había vivido año y medio en Tarragona. Lo que pasa en la noche en la oscuridad
se queda.
Hoy, miércoles, el día ha amanecido lluvioso, desde nuestra
habitación podía ver, al fondo, el Mar del Bósforo con su trasiego de barcos que
se alarga durante todo el día. A su espalda, Asia. Con alguna pereza nos hemos
puesto en marcha. Las cisternas, la mezquita azul, el palacio de Topaki… ¿Pero
qué coño hacemos aquí? El lugar estaba plagado de turistas, y cuando digo plagado
me refiero al típico y tópico full de Estambul. Las colas de gente para entrar,
chinos, japoneses, ingleses, españoles, catalanes, sí, catalanes, eran de varias
decenas de metros rozando los centenares.
– Roberto, ¿Qué coño hacemos aquí? Yo paso del palacio y de
lo demás, ya he visto demasiado. Quiero Estambul clásico, nada de esto.
Roberto no ha tardado en estar de acuerdo así que nos hemos
ido al cuerno. Un plácido paseo por el cuerno de Estambul que nos ha llevado hasta
el puente Galata. En medio, gatos y perros durmiendo plácidamente junto a
Turcos que se bañaban en el mar, otros pescaban, otros hacían gala de su
pericia con la pistola. Después de comer en el puente Galta, inciso. No había
un sitio más autentico y menos turístico que ese, sí, es cierto, pero el chaval
nos ha caído bien, y nosotros mejor a su cuenta. Una vez más hemos picado.
Las dudas nos acechaban. ¿Nos quedamos en Europa o nos damos
una vuelta por Asia? Venga va, cruzamos. El puente Galata. El puente con más
vida que he visto nunca, vendedores, pescadores, policías, coches, motos, tranvías,
barcos, gente, gente, gente. Nos entretenemos hablando con los pescadores y de
una forma elegante y comentada entramos en Asia, pisando fuerte, vamos, como
siempre, haciendo cachondeo. Una vez en Asia, donde se nota sin poder ser
explicado dicho cambio de continente nos hemos perdido por sus calles.
Todo el día paseando por Estambul dan para muchas crónicas,
y como no quiero pifiarla con una rápida y corta, me guardaré ciertas descriptivas
de la ciudad y sus sentidos para cuando vuelva.
El día en unas fotos.
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