Cuando menos me lo espero se abre la compuerta del ferry para dejarnos salir.
Grecia. En el momento de preparar un viaje como este uno no puede evitar buscar la máxima información, internet, alguna foto, el "earth", de esta forma nos hacemos una idea preconcebida de lo que nos vamos encontrar. A mi, Grecia se me antojaba árida, seca, llana y bastante vulgar. ¡Carajo! Bendito error.
La salida del ferry fue rápida y como en las anteriores, paramos cinco minutos junto al muelle y enfilamos la autopista, aquí, no hay otra ruta. Autopista, buffffff, que pesadez. Eso es lo que suele pensar uno hasta que entra en Grecia. ¡Plaffff! !Uaaaaaaaauuuuu! Dos moles nos bloquean el paso, majestuosas, imponentes y altivas se elevan ante nosotros. Bajada, subida, curva enooooooooorme de izquierda, recta, derecha, acueducto en curva sobre el final de una entrada de mar. Menuda autopista. Una grata sorpresa a la vista y al olfato.
Recorrimos más de ochenta kilómetros cuando en Metsova me desvié, la autopista era muy bonita, pero como todas, cansa. Propuse entrarnos en carretera normal, la ruta, desconocida para mi, se mostraba bastante más larga en tiempo, no en kilómetros, lo que me indicaba que esa carretera prometía. Y así fue, no defraudo. Fuimos enlazando tornantis tras tornantis, ríanse las trollstigen o los alpes. Menudas carreteras, ahora entiendo porque la autopista iba enlazando acueductos y túneles sin cesar.
Pasados unos kilómetros serpenteantes me doy cuenta, en mi justisimo navegador Sygic, que no voy bien. Deshacemos camino y me cuesta encontrar el desvio que me quiere mostrar. ¡Joder! ¿Por ahí? Por la parte izquierda del asfalto sale un tozo de tierra, según él, ese es el camino. Me meto. Roberto y Jose Luis preguntan "ande voy", "loco". Se trata de una pista de tierra. Hablamos los tres. La pista se ve bien, esta pisada y se la ve cuidada. Desconocemos la longitud de la misma, esto es una TRAIL SULEYMAN, así que toca meterse de lleno a ese mundo desconocido. En eso momento es cuando sientes la aventura.
Curvas, mas curvas, curvas. ¿Eso es lo que queremos, no?. La carretera transcurre entre bosques y montañas, es preciosa, y totalmente recomendable para alguien que quiera escaparse unos días por Grecia, este trocito de ella es encantador. Los kilómetros transcurren y el paisaje empieza a variar volviéndose más dócil. El verde de los arboles se ve empujado por un amarillo pálido originado en los campos de cereales. Desaparece la nieve de las montañas para dar paso a un cielo azul celeste, como su propio nombre indica.
El destino es Meteora, unos monasterios construidos en lo alto de unas moles de piedra muy peculiares. El lugar es escandalosamente turístico, no me gusta, lo siento. LLegamos a Meteora y unos italianos moteros se ponen a curiosear las motos. Bla, bla, bla... Me hacen mil preguntas sobre los soportes de la GoPro, me lo pregunta uno, en Italiano, le respondo en Español, o se tira el al Inglés o yo no cambio. Curiosamente este es el encargado de explicarle a sus compañeros lo que he dicho. Es curioso, el tío no habla ni papa de Español pero ha entendido todo lo que le he dicho. ¡A veces somos GILIPOLLAS! Dejo de sonreír y empiezo a abrir y cerrar maletas para intentar sacármelo de encima, los otros ya se han retirado, pero la curiosidad de este va mas allá de todo lo razonablemente aceptable. ¡Pesao!
Improvisamos una comida debajo del cobertizo de un pajar, junto a una bascula. Hemos salido de Meteroa escopeteados, solo Roberto ha entrado al monasterio, místico como él. Revuelto de champiñones con una ensalada precocinada.
Roberto habla con Nico, un rider que salió de ruta unos días atrás con Fernando Toha. Está a unos treinta kilómetros de Tesalónica, no estamos cerca pero decidimos ir a dormir a su camping. Antes, nos queda una mala pasada por culpa del Sygic, mi justo, justísimo navegador. El muy cabrón decidió meternos en el centro de Tesalónica, menuda burrada. ¿O no? Pues gracias a el descubrimos uno de los paseos marítimos mas atractivos de los que he visto, y juro que van unos cuantos. Tesálonica se nos muestra abierta, llena de terrazas, lounge's y locales bastante exclusivos con vistas al mar. Un rugir llama mi atención, un caballito rojo queda emparejado conmigo en la avenida que bordea el mar... Eso es, ese es el momento. Irrepetible.
Nico nos recibe en el camping, ya no está con Fernando Toha, al parecer hace unos días decidieron coger sendas tangentes. Nos cuenta sus aventuras por Georgia, nos duchamos, cenamos, pescamos, gaiteamos y nos acostamos. Mañana llega Estambul y lo que pasa por la noche en la noche se queda. ;)
Fotos sin editar.
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