¿Dónde me había quedado? Ah sí, en el fantástico puente de
piedra clara sobre el río en un obsoleto pueblo de Turquía.
Esta crónica la escribo desde la Costa Licia, a orillas del
Mar Mediterráneo, al otro lado, a unos dos cientos kilómetros nos queda la
costa Siria y Libanesa. Los últimos tres días han sido muy intensos, demasiado
a mi modo de ver o gusto. Llegamos a la Capadoccia, la visitamos y le dimos la
vuelta indagando hasta donde ningún turista llega. Jugamos como niños con unos críos
en la Turquía más profunda. Pisamos pistas de tierra, off road en estado puro,
luego barro, lluvia, más pistas de barro. Las motos cargadas y con ruedas mixtas
parecían bailarinas de tacones sobre hielo. Cabalgamos sobre campos de trigo en
uno de esos lugares únicos en el mundo.