Inicia Roberto Naveiras;
Ayer, cuando estábamos escribiendo mano a mano nuestra
crónica Especial de Turquía, los acontecimientos se precipitaron de forma
vertiginosa, y sin saber muy bien cómo, nos vimos envueltos en una serie de
concatenados deberes.
De cómo pasamos de estar centrados en el trabajo de
blogueros y tomar “visqui”, que dicen los turcos, en el Hotel Hilton os daremos
hoy buena cuenta. I think…
Sigue Alex Mora;
Ese mano a mano en realidad tenía la presión de dos
jovenzuelos de cincuenta y cinco largos que no paraban de decir “camon, camon,
camon”. Nuestra inquietud, mayúscula, residía en saber dónde nos querían
llevar, no estábamos nosotros ni para huertos ni para flores, además, ya
habíamos decidido quedarnos en el camping en lugar de salir a marearnos.
Pero claro está, la curiosidad mata al gato, y si yo tengo
poca palabra, Roberto menos, o mejor dicho, no nos atamos a nada, ni siquiera a
nuestras más profundas convicciones.
Le toca a Roberto;
Y así, con la incertidumbre de una noche turca, seguimos a
nuestro anfitrión (Alex os dirá su nombre) por el Ataturk Boulevard hasta
meternos en el mismísimo Hotel Hilton. A mí se me escapaba una risa floja,
infantil, mirándolo todo con ojos incrédulos y procurando captar cada detalle.
Después de sortear con suficiencia al guardia de seguridad y a la
recepcionista, atravesamos varios pasillos, una sala de exposiciones y el
comedor, donde tuve que reprimir mis deseos de robar una cuchara.
Salimos a una especie de complejo lúdico similar a un pueblo
privado y entramos en un pub de lo más “in”. El grupo de jazz electrónico
estaba a punto de comenzar el concierto y nosotros a punto de abrir la caja de
los truenos.
Turno para Alex;
Impronunciable, pero creo recodar algo escrito como Snjan. Allí
estaban el propietario del camping, su amigo y la mujer. Sentados en taburetes
delante de la última barra de ese lujoso pub, con sus “visquis” en la mano y un
pica-pica a base de pepino, manzana, olivas y lo que quedaba de nuestro queso
de oveja, queso que le habíamos regalado anteriormente con un unísono
“Beeeeeee”. - ¿Un visqui?. Me preguntó. - Te vas a arrepentir. Respondí.
Pasaban las medias escuchando a un Turco hablando inglés,
algo bucólico por culpa del alcohol, por lo que tuve que recurrir a mi amplia
sonrisa y a un “I know” repetitivo hasta la saciedad. Roberto, consciente de la
situación, bailaba a lo loco, a lo loco, a lo loco se vive mejor… Y acabamos la
noche hablando un inglés perfecto, los milagros del “visqui”.
Roberto wrote:
Cruzamos el Helesponto como hoplitas, nos enriquecimos
durante el viaje y, al final, sucumbimos a los cantos de sirena. Para eso
siempre estamos preparados. ¿Pero, qué ocurrió antes de eso? Podría contar de
carreteras increíbles, de” muthesem yol”, como reza el eslogan de nuestro viaje,
de calores infernales y de gente amable. Pero no es eso lo que quiero contar
ahora, en este texto conjunto a modo de resumen. La sinopsis de un viaje ha de
comenzar por los que lo forman, por los compañeros de singladura. Las cosas que
pasaron, las situaciones vividas en la segunda parte de viaje no podrían haber
sido las mismas viajando tres. Entre dos todo fluye de forma más natural y,
estos últimos días han sido de puro fluir. Viajar con Alex ha sido una
experiencia divertida, placentera y, sobre todo, compartida.
Alex pone en situación;
Ahora, sentados en sillas baratas de plástico negro, en la
cubierta ocho de un ferry donde los marineros visten chalecos del betis y
empujan carros oficiosos uno piensa en todo lo vivido estos últimos días. Mis
pies, descalzos, reposan en la repisa, base de un cristal que a modo de
televisión me muestra la espuma que rota por el barco. El fondo, negro como el
hollín, me muestra las tímidas luces de Khios desvaneciéndose poco a poco en la
oscuridad. En la mesa, tabaco, tarjetas, llaveros, discos duros y vino tinto,
dos botellas. Sí, es que jode mucho beberse una entera y no tener para el
culin.
Hace escasos minutos, mientras escribía Roberto, recordaba
las caras de una quincena de niños cuando paré frente a ellos. Roberto se había
desviado de la carretera y había entrado en un pueblo de la Anatolia profunda
en busca de la cueva perdida, José Luís le fue detrás. Corrieron hacia mí,
treparon un muro y se plantaron a mi vera antes de que pudiera sacarme el
casco. Las manos al pan, como al acelerador, brummm, brummmm, brummmmmmmmm. ¡No
te pases enano! ¡Arrea¡ De los quince críos, como en cualquier pandilla o grupo
social, más o menos adulto menos que más infantil, había dos avispados. Dos
hombrecitos bajitos, como rezaba Serrat, eso me lleva a pensar en los mios.
A esos había que controlarlos de cerca, menudo peligro, se
metían por encima y por debajo de uno…
Al rato de estar con ellos, aparecieron Roberto y José Luis
de su particular búsquedas del santo grial, lo que pasó después, fue uno de los
momentos más mágicos de este viaje a mi modo ver.
Your turn Roberto.
Of course, my friend,
allí donde hay una gaita siempre habrá, por lo menos, barullo. Y eso es lo que
montamos en aquel pueblo en unos minutos. Barullo, alegría, fiesta. Una gaita desafinada,
cuatro payasadas y ganas de reír. Tocar para aquellos mocosos que no habían
visto una gaita en su vida, para los vecinos del pueblo que, poco a poco se
fueron acercando, para los coches que paraban a grabarnos… fue, como dices, uno
de los momentos mágicos del viaje.
Y sigo yo porque Roberto se ha perdido… Alex;
Mientras Roberto hacia de las suyas me apresuraba a tirar
fotos y grabar videos, era mi primera vez en todo eso. Cuatro lecturas de
fotografía me valieron para centrarme en las caras, en los rostros, en el
momento, y veremos que sale de todo ello. Seguramente, en este viaje, veréis
pocas fotos de nosotros posando ya que lo que realmente interesa precisamente no
somos nosotros, sino lo que vemos o sentimos.
De la nada apareció un hombre mayor con rostro serio, en un
primer momento pensaba que recriminaba a los chavales semejante jolgorio y
alboroto, pero no, vino directo a darnos la mano. Yo fui el último en el
encuentro, me la cogió fuerte, muy fuerte y cuando quise soltarme era presa de
su intención. Ese hombre empezó a hablar en Turco, supongo. Mantenía los ojos
cerrados mientras yo lo miraba entre asombrado y asustado, que decía aquel viejo.
Me pregunto en Turco y por señas de dónde veníamos y a dónde íbamos, respondí
como pude para finalizar entendiendo que nos estaba bendiciendo y pidiendo la
protección de Alá para que nuestro viaje fuera placentero.
No es que sea yo devoto de religiones, pero sentí muy interiormente
los cinco minutos de vida que aquel hombre perdió con nosotros para darnos su
bendición sin recibir nada a cambio. Qué fácil es hablar del mundo de forma
abstracta, general, sin concretar o determinar que hacemos en él o qué queremos
del mismo.
A veces vivimos en nuestro pedacito de tierra sin dejar que
nadie entre o salga de él, si pensar que hay miles, millones de pedacitos de
tierra por ahí deseosos de conocer.
Roberto te lo paso.;
Voy, que me pierdo.
Y muy mágicos, también, los momentos “intercomunicador”. Ese
descubrir que viajar en moto, un vehículo tan individualista, puede ser
compartido con inmediatez. Cierto es que pierdes una parte de la esencia de los
kilómetros en la soledad del interior del casco pero ese sacrificio supone el
intercambio de emociones al instante. ¿O, qué si no, fue lo que pasó al llegar
al barrio alto de aquel pueblo en Capadocia? ¿Esos gritos de admiración al
sentirnos verdaderos exploradores y llegar a donde ningún turista llega? ¿O
admirar lo curvilíneo de la feminidad al pasar por cualquiera de las enormes
ciudades que atravesamos?
Una lástima que algún tipo de sortilegio afectase al buen
funcionamiento de los Midland durante una parte del viaje.
Ahora, llenos de mugre y con barba de tres días, recordar
nuestros campamentos en lugares recónditos y hermosos hace que cualquier
incomodidad del viaje la veamos como algo maravilloso.
Alex va para allá…
Es posible que no entendáis algunas de las cosas aquí
expuestas, pero para ello, tenemos más de trescientos videos y miles de
fotografías que durante los próximos días iremos aportando. En nuestro ego, el
de escribir, el de transmitiros emociones y vivencias mundanas reside el afán
de comunicar. Mi cabeza, especialmente activa para lo que quiere da por
finalizado un viaje, la Trail Süleyman El Magnífico. Un viaje donde la
sociedad, simbiosis o parasitismo entre Roberto y yo ha rozado la perfección.
Malditas cabezas cuales hace unas horas mientras cenaban ya indagaban en la
próxima motoaventura so pena de nuestras señoras cuando lo lean. Atrás quedan
muchos meses de preparación, de motomadriles, de duchas, de cenas, comidas, y
Turcas. Cabe pasar página de lo vivido para dar entrada a lo que viene, mañana
sin ir más lejos llegaremos a Pireus, colgaremos esta entrada y separaremos
nuestra aventura hasta nueva orden. Roberto andará por Italia con destino al
hogar, yo, con algo más de días me perderé por los Balcanes buscando esos
pedacitos de tierra que me han de aportar algo en mi vida, sea una sonrisa, una
mano, o una bendición.
Larga es esta entrada pues ninguno de los dos, en el fondo,
quiere finalizar…
¡Arrea Roberto!
Vivo sin vivir en mí y ya no puedo with my body, nen.
Como resumen final, ahora sí, solo me resta decir que aún no
hemos terminado este viaje y ya estamos pensando en el siguiente. ¿Black Sea,
no?
Alex;
Jurjurjur… My friend, before va Pingüinos y una “calçotada”
en Asturias que traerá cola…
D’ont
worry, be happy. Menda.
Con la música siempre viene la magia (pero sin unos buenos magos, no hay nada que hacer) :-)
ResponderEliminarMuchas gracias, lástima que no pongáis el nombre cuando lo hacéis como anónimo,
Eliminar