miércoles, 21 de enero de 2015

La cortada de Motauros 2015

A veces el optimismo produce en mi unas expectativas que luego no llegan a cumplirse y me llevan irremediablemente a la decepción, o eso, o es que Pingüinos 2014 había dejado demasiado buen sabor de boca en mi paladar, o es que me hago mayor, o que realmente solo me gusta viajar en moto...
 
El viernes después de las labores cuotidianas salía hacia Valladolid con algo de retraso, Nico, un motero que nos había dado cobijo allá por Tesalónica me esperaba en el área de servicio de Fraga para bajar junto a mi a la concentración Motauros 2015. Frío, agua, nieve y alguna pedregada fueron las tónicas de ese viaje hacia Valladolid que ya se me hace demasiado monótono. El ritmo de Nico, ni más lento ni más rápido que el mío, hizo que llegara a la zona de acampada algo tarde.

 
 
Una vez allí la sonrisa se apodera de mi cara, y es que si algo tiene Roberto Naverias es que me hace reír, también es cierto, que los que han compartido momentos  con nosotros acaban comentándome que cuando estamos juntos somos capaces de crear una aureola de buen rollo, humor y buen ambiente insuperable. Sea lo que sea, nos lo pasamos en grande no importando demasiado el emplazamiento.
 
 
 
Llegando tan tarde a la concentración no hubo tiempo de mucho, empanada gallega, butifarra negra y blanca, vino de batea y a correr, tanto, que se nos hicieron las cinco de la mañana. Mientras, Nico, montaba su Tipi con sus pantuflas y calefacción central. A lo mejor, algo inadecuado para llevar en una moto.
 
El sábado vino el plato fuerte, y es que solo llegar a la concentración me di cuenta que mi cargador de iPhone no estaba, ese contratiempo, se sumaba al achicharramiento de mi guante de invierno con el tubo de escape y que por suerte Nico salvó del desastre total, además, la locura me hurto la braga de cuello el viernes por la noche.
 
Junto a la moto, encendida, cargaba el teléfono como podía mientras un Gallego cortaba inyección. Sus llamarazos asustaban a la gordita, quien como yo, empezaba a estar muy incómoda en ese lugar. Ni siquiera mis miradas significativas hicieron desistir al gallego. Decenas de whasapps, mensajes, Facebook, twitter, una locura... Como pude contacté con Alberto, Jose Alberto, Isa y alguno más, dejándome en el tintero a tantos otros con los que no pude quedar. ¡I'm sorry!
 
 
Por suerte para nosotros Roberto recuperó el humor en cuanto el sol asomó por Motauros 2015, la noche había sido fría, muy fría, y la tienda que yo probaba, una Quechua Arpenaz 2 XL que me va a acompañar por mi próximo viaje a África no era la adecuada para esas noches tan gélidas, al final, la batamanta térmica me salvo de una congelación segura.
 
 
 
 
 
 
¿Que más hay que decir de Motauros 2015? Cortada, cagada, no se. Poco más la verdad, pasamos el sábado comiendo y riendo con Jose Alberto, Alberto, Isa, Roberto y Nico, demasiado corte de inyección, demasiada gente, demasiado, demasiado. Un demasiado que me hace plantearme muy seriamente mi asistencia a estos tipos de eventos en un futuro próximo.
 
Pero Motauros 2015 no terminaba allí. El domingo a primera hora estaba en Valladolid con la intención de bajar a Madrid, pero ese aspecto se diluía como el agua que caía, cansado, muy cansado, me veía incapaz de hacer frente a esa nevada que arrimaba la A6.
 
Al mal tiempo buena cara. De ese modo se me ocurrió realizar una mini quedada en el Mesón Los Zagales de la Vallisoletana calle Santa Ana, mi plaza mayor. Como era de esperar, los de siempre asistieron haciéndome pasar un domingo muy guapo. La guinda al pastel venía de la mano de Amela Memic, la Bosnia que junto a su familia me habían acogido en su casa de Sarajevo durante mi viaje por los Balcanes (Historia de la familia Memic). Amela Memic andaba por Valladolid por temas profesionales, así que pudimos compartir unos vinos.
 
No hay nada como descansar en una cama después de una buena ducha. Y ese reposo me permitiría levantarme el lunes a las 06:00 de la mañana para afrontar los dos cientos y pocos quilómetros que separan Valladolid de Madrid. No quise mirar el tiempo, ni siquiera hacer caso a los avisos o recomendaciones que me decían que la A6 estaba intransitable. Había que ir y no tenía más opciones. Los bordes de la carretera me alertaban del peligro, hielo. El termómetro de la moto imitaba el mismo gesto parpadeando un -1 y -1,5 con el símbolo de nieve. De noche y a oscuras era incapaz de distinguir las clásicas clapas que provoca el hielo en la carretera. Me encomendé al buen hacer de los operarios y la sal. La ruta transcurrió sin demasiados sobresaltos, y como era de esperar pise nieve, aunque esta, no fue suficiente para parar a la gordita.
 
Y la historia de los visados de Madrid quedará para otro artículo...
 
¿Motauros 2015?  Bueno, que vale, que no esta mal, pero en 2016 se lo contará otro... 
 
 


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