jueves, 20 de febrero de 2014

La jaula, la rueda y el hámster...

Ya no me pregunto que elegirás.

Hola. Estas seguro de querer leerme? Si? Pues desde ese medio que tienes en las manos no lo puedes hacer, me niego, quiero tu bien, lo siento, o mejor dicho, simplemente, no lo leerás bien. Piénsalo, te dejarás los binoculares y posiblemente no entenderás nada de lo que te quiero transmitir. No te dará tiempo a bajar la tapa que la alegría te tus manos te sorprenderá con un aviso de nuevo whasapp o de facebook. Te aviso, no podrás resistirte a la tentación y inmediatamente dejarás de leer estas simples palabras para correr a ver el complejo mundo que te han enviado o la luz que han colgado en facebook, seguramente, carente de credibilidad, aunque tu se la darás. Ah! Que eres más de twitter? Entonces si, entonces corre a ver porqué de lo contrario perderás el hilo, perderás la posibilidad de que te marquen un favorito o te retiwteen, y con ello, la razón de tu vida. Si eres de esos, hazme un favor, vuelve a subirte a la rueda de tu jaula y no te muevas de ahí.




Pero como? Eh tu! Aún estas ahí? Vas a seguir con esto? Estas seguro? Pues salta inmediatamente de la rueda, mira a tu alrededor. ¡Bién! ¡Si! Ahora busca la puerta, identifícala e intenta recordar como se abría. Sabes hacerlo, lo se. ¡Muy bien! ¡Lo has conseguido! Sal de la jaula y, ¡corre!. Aléjate de ella rápido y busca ese lugar donde te sientes tu mismo, donde no dependes de jaulas o ruedas. No te preocupes, te entiendo. La mismísima santa monotonía te visita día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto, segundo tras segundo, te ahoga con agua, te asfixia con aire, crees que te da lo que necesitas cuando en verdad solo te obliga a montar una y otra vez en esa rueda que te responsabiliza y que tan poco te gusta. Reconocelo, al principio has tenido dudas, se que has vacilado entre saltar de ella para soñar o quedarte rodando, es normal, casi ya no te acuerdas de saltar porque andas demasiado inmerso en ella, te estas dejando, andas al borde de venderle tu alma. Si sigues aquí, es porque aún luchas, hay esperanzas de que no la pierdas. Así que hazme un favor. La próxima vez nos esperes a que te tiente. Abre la puerta y deja la rueda.

Este es el primer escrito que hago en mi blog después de parirlo. Estoy en casa, en el comedor, sentado delante de la pantalla con los auriculares en modo mudo. Si, has oído bien, mudo, apagados, vacíos, sin música. De vez en cuando los toco con mi índice para saber que están ahí, los aprieto hacia el oído como si no escuchara bien esa música que no suena. No me preguntéis porqué lo hago ya que no tengo respuesta, como tantas otras cosas, simplemente, lo hago.

Lorena acaba de salir de casa con Anna. Adriá sale del colegio en diez minutos y después deben retocarle ese flequillo, al parecer, ayer, nuestra peluquera tenía una mala tarde. Como os iba diciendo, mi primer escrito. Si, me faltaban huevos para poder volver a escribir algo. Aún recuerdo cuando le di a publicar, hará ahora veinte días. Inmediatamente después de darle al puñetero botón de publicar me entró un ataque de pánico. Con la diligencia de un lince sobre su presa, aún estoy ágil, no lo dudes, me lancé felino sobre la toma telefónica para proceder a desconectar el cable, mierda, olvidé el wifi.

Quería rectificar, me lo quería pensar, quería tener la oportunidad de volver a repasarlo, quería volver a leerlo y a inspeccionarlo antes de que saliera a la luz. La vergüenza se apoderó de mi. Que has hecho pensé. Tarde, ya era muy tarde. Ahora solo tenía dos opciones, y como en los mejores clásicos del cine ante mi se mostraban dos filamentos de cobre recubiertos de petroleo procesado, de tinte rojo uno y verde su amigo. Ya lo sabéis, el rojo explota su amigo te salva. Corte el rojo, dime temerario. Si, elegía arriesgarme a que parte de mi red social leyera mi parte pública, o la privada, mi imagen, o la de mi alma. No lo se yo.

Ahora solo cabía esperar las reacciones que no se hicieron derogar, provocando que mis dos yo’s comentaran;

- ¡No!
- ¡Te lo juro!
- ¡No me lo puedo creer!
- ¡Hazme caso, lo que yo te diga!
- Joder, la he liado parda!

¡Todas las reacciones eran buenas! ¡Todo el mundo me felicitaba! Ni una sola crítica a mi trabajo, a mi labor, a mis escritos. ¡Ni una sola crítica a mi blog! Nada, de nada.

Pero que mierda de reacción era esa?

No tardó en llegar la hora de salir de mi jaula casera para desplazarme a la otra, la laboral. Cabe decir que las dos son acogedoras, ambas tienen ruedas similares pero de diferentes tamaños y colores, pero no os engañéis, al fin y al cabo funcionan igual. En la jaula laboral, como en la particular, también tenemos bebederos, comederos y cagaderos, ¡Ostia!. Y la ruedecita de los cojones.

Y con ese pequeño desplazamiento llegaba otra prueba de fuego después de haber cortado el cable rojo. Tenía que vivir esa desagradable sensación interior. Si, cada vez que un de esos animalillos con los carrillos hinchados me miraba me preguntaba si habría entrado en el blog. Me preguntaba que pensaría de él, de mi, de lo que escribo, de lo que pienso. Disimulando y siguiendo la rutina miraba de reojo a mas de uno. Pero nadie decía ni mu. Todos andaban de un lado a otro, de rueda en rueda, como siempre, sin cambios. Con la puta santa monotonía de compañera.

¡Miento! ¿Todos? No. Tu no. Si. Tu. Venga, no disimules, Siiiiii. Con la timidez y dulzura que te caracteriza te acercastes a mi, y casi a traición por culpa de tu a veces exagerada discreción me dijiste. - Felicidades, yo te seguiré. !Dios! ¡Que vergüenza! ¡Tierra comeme! Baje el mentón inmediatamente, y lo que es peor, la mirada.

Si, porqué yo soy de los que miro a los ojos cuando hablo, y si no lo hago, es porque o me caes mal, o porque me estas jodiendo, o porque paso de ti o porque simplemente me muero de vergüenza. Y después de un triste, gracias, ja, ja, ja, ahí me quedé, solo, con el cumplido y la responsabilidad de seguir con el blog solo porque alguien me seguía.

Sin evitarlo, otra duda recurrente volvía a mi pensamiento. El Blog es pasable, consumible, masticable, digestivo?

Los días pasaban y no cesaba de entrar en el blog para mirar las estadísticas, doscientas, trescientas, quinientas, setecientas… ¡Coño! Ochocientas, novecientas… Visitas con origen en España, EEUU, China, Francia, Alemania… Si, iré por novecientas visitas a día de hoy. Siempre fui mas de números que letras, aunque no lo parezca, si solo tengo 2 amigos, unos 60 conocidos, y otros 250 saludados. ¡Quién coño me esta espiando!

Totalmente sobrepasado por los acontecimientos y no contento con los cumplidos tuve que recurrir a estrategias mas barrio bajeras. Así que me baje a las trincheras, me puse el chaleco, el casco, los pantalones de campaña, capote y al toro. ¡De cara!.

Mi reacción debía tener respuesta por bemoles, y esas visitas una explicación. Así que sin pensarlo mucho, empecé a enviar el enlace del blog como un poseso. Utilice para ello todos los medios de comunicación que tenía a mi alcance, whasappfacebooktwitteremail. Te lo envié hasta a ti, si, tu. Ya se que te caigo como el culo, pero yo también he aprendido a reírte las gracias, gilipollas. Perdón.

Era algo obsesivo, me atormentaba, movimientos dactilares compulsivos no paraban, copiar, pegar, enviar, copiar, pegar enviar. ¿Que coño estaba buscando? Que carallo quería como diría una que me quiero mucho? Falsos elogios? Críticas? La verdad falseada por amistad, por compromiso, por piedad? O quería escuchar alabanzas. ¿Para que lo quería? Que haría con esa información? Aun siendo cierta, no me la iba a creer.

En un suspiro me había convertido en el mayor crítico destructivo de mi propio blog, pero al unisono y sin apenas esfuerzo, había conseguido dejar las puertas de mis jaulas abiertas, y si le daba a la rueda, era siempre mirando a la salida.

Contaba ya semanas desde el habemus papam, y pase al plan B. Debía tener una opinión sincera, de esos quién nunca me engañarían, de los “brothers” que siempre están, para lo bueno y para lo malo, de esos que te hacen sentir vivo porque simplemente te dicen lo gilipollas que uno puede llegar a ser a veces, otras, te dicen, deja de ir con ese gilipollas y sus amigos. De los que te dicen a la cara si has hecho bien o mal, de los que te dicen si estas errado o no. Así que mi “brother” Madrileño y mi “brother” Salouense debían entrar en acción. Y así fue. ¡Enlace enviado, con pregunta incluida!

La reacción del primero, no se hizo esperar. – ¡Esta de puta madre tío! – Míratelo todo capullo! – Que si, que si, que está de puta madre, en casa te seguiremos. Mierda, no es lo que quería oír, de ti no coño. Del segundo, ni siquiera le he vuelto a preguntar. Solo me dijo al recibirlo;

– Nen, deja que me lo lea, sabes que te diré la verdad.
– No espero menos de ti.

Si os digo la verdad, aún espero respuesta del segundo, del salouense, o a lo mejor ya no la espero, aún no estoy seguro, porqué algo paso en este corto periodo de tiempo de dudas, existenciales y irracionales.

¡Si! ¡Por fin! El día X había llegado! Recuerdo que estábamos en la jaula laboral, y una mañana cualquiera, o era al mediodía, ni siquiera lo recuerdo, ni me importa, tampoco recuerdo quién fue, quién hizo el comentario… O a lo mejor si lo recuerdo pero no lo quiero decir, que mas da. El tema es que fue un momentón, era lo que esperaba, lo necesitaba, especial, increíble, un momento que les agradeceré eternamente. La conversación insulsa y sin sentido cambió su rumbo enderezándose a algo parecido a;

Alex tiene un blog. Risas.
- Se llama Alex viaja en moto. Risas.
- Le podrías haber dicho, Teo viaja en moto.. Mas risas.
- Como que no lo has hecho en catalántradúcelo al ingles. Risas, incluidas las mías.

Por un momento, me quise morir, un sudor frío recorría mi frente pero decidí aguantar como un jabato el empujón. Cortar el cable rojo fue decisión mía, y al igual que tantas he tomado en la vida acertadas o no, la afronté. Publicar el blog fue mi opción, debía estar preparado para ese momento, ya lo habían hablado mis dos yo’s, si, todo indicaba que los carrillos hinchados se estaban riendo de mi, de mi blog, de mi trabajo, de mis letras, de mi alma, de mi imagen y de tantas y tantas horas invertidas explicando una afición. La verdad, es que algunos tienen gracia.

Pasado esos segundos, la sonrisa apareció en mi cara, mi mente, curada ya de ciertas vergüenzas, me salvo de la hecatombe y mientras salía por la puerta de la jaula y me ponía el casco de mi corcel blanco, (algún día os lo explicaré, yo no tengo moto, tengo un corcel blanco que cabalga junto a mi casi a diario), pensaba. ¡Lo han leído! ¡Al menos lo han visto! ¡Tienen conocimiento de su existencia! Y tienen su opinión, buena o mala, pero tienen su opinión.

Y lo mas importante, había conseguido mi propósito, para eso me lancé a esta aventura, para eso me lancé a escribir, sin límite alguno, sin obligación apenas, sin jueces, porque ya ni los quiero ni los necesito. Por fin entendí la importancia de igualar el hecho de escribir con mi afición por viajar con la moto, o de cualquier otra que practique, guste o no, de la importancia del me da igual, claro que si, a unos gustaré, y a otros no, otros ni siquiera se pronunciaran.

Este era objetivo real de todo esto, era dar un paso mas, escribir, sin miedo, sin miedo a las críticas, sin miedo a los elogios, sin miedo al que dirán, al que pensaran, al gustará. En definitiva, sin miedo a vivir, o a cambiar el sentido el giro de la rueda aunque no guste a todo el mundo.

No escribo para un carrillo hinchado, por fin lo entendí. Escribo para quién quiere soñar conmigo, es cierto que yo haré los viajes, que yo viviré la experiencia, igual que viajo y vivo las experiencias de otros. Mientras pueda y haya alguien a quién le brillen los ojos cuando le explico donde voy a ir, escribiré.

No escaparemos de las jaulas ni de las rutinas, pero cada día podemos hacer algo para que las puertas queden abiertas, montarse en la rueda, no es obligatorio.

Y tu? Seguirás siendo un hamster o buscaras tu visado?

Hasta la siguiente habibis.

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